¿Cómo los grandes inversores toman decisiones de inversión ganadoras?
¿Cómo los grandes inversores toman decisiones de inversión ganadoras?
Decisiones.
El ser humano toma de media unas 35.000 decisiones diarias.
Muchas, ¿verdad?
Pero nadie nos enseña a tomar decisiones.
Y de eso vamos a hablar hoy.
Imagínate que estás en Las Vegas jugando al blackjack. El croupier te reparte dos cartas. Suman 18 puntos. Y tú, sin pensarlo dos veces, pides otra carta.
Toda la mesa se queda en silencio.
¿Estás seguro?, te pregunta el croupier. Tú asientas con la cabeza.
Sale un tres. Ganas.
Todo el mundo se te queda mirando, pensando que están delante del próximo gran jugador de blackjack.
¿Eres un genio... o un loco?
"Buena jugada", te dice el croupier.
¿Buena jugada?
¡Venga ya!
Si trabajas para un casino, definitivamente quieres que la gente juegue así. Como jugador, acabas de tomar la decisión matemáticamente incorrecta, pero el azar te ha recompensado.
Y aquí está la trampa...
Esta anécdota ilustra el error más devastador en el mundo de las finanzas: confundir un buen resultado con una buena decisión.
Así lo explica el legendario jugador de poker David Sklansky:
“Cada vez que haces una apuesta con las probabilidades a tu favor, has ganado algo en esa apuesta, independientemente de si ganas o pierdes. Del mismo modo, cuando haces una apuesta con las probabilidades en tu contra, has perdido algo, sin importar si ganas o pierdes.”
En los mercados financieros (así como en la vida) el azar puede disfrazar una estrategia terrible como genialidad, mientras que una decisión brillante puede generar pérdidas devastadoras en el corto plazo.
Aquí radica la diferencia entre los inversores excepcionales y los mediocres.
No está en su porcentaje de aciertos, sino en cómo evalúan cada decisión que toman.
Los grandes maestros de la inversión comprenden una verdad fundamental que la mayoría ignora: hay que focalizarse en el proceso, no solo en el resultado.
El dilema del inversor
Imagina que tienes que elegir entre dos gestores de fondos con sesgo tecnológico.
El gestor A, realiza un análisis exhaustivo del sector y de cada una de sus posiciones, diversifica inteligentemente y gestiona el riesgo con disciplina. Su rentabilidad el primer año es del -8%.
El gestor B, por su parte, concentra todo en tres valores de nuevas tecnologías porque le parece que van a subir. Copia tesis de inversión y no acaba de entender el subyacente de lo que invierte. ¿Su rentabilidad el primer año? Un +32%.
¿A cuál le confiarías tu dinero?
Si respondiste al Gestor B, acabas de caer en la trampa del resultado. Los académicos Richard Russo y Paul Schoemaker desarrollaron una matriz que expone exactamente esta falacia:
En los mercados financieros, esta matriz se manifiesta de manera constante.
Enserio, CADA DÍA.
Buena decisión, mal resultado → Comprar acciones de calidad con valoraciones razonables durante una corrección del mercado, solo para ver cómo siguen cayendo en el corto plazo por qué Trump anuncia más aranceles.
Mala decisión, buen resultado → Apostar toda la cartera en meme stocks durante una burbuja especulativa y obtener ganancias astronómicas.
El problema es que nuestro cerebro está programado para asociar resultados con decisiones. Cuando algo sale bien, asumimos que el proceso fue correcto. Cuando sale mal, culpamos al método. Esta confusión sistemática destruye más riqueza que cualquier crisis financiera.
Los mejores inversores de la historia, desde Benjamin Graham hasta Ray Dalio, comparten una única característica.
Sólo UNA.
Evalúan sus decisiones por la calidad del análisis y el proceso, no por el resultado inmediato.
Cuando el azar engaña
En 1999, un joven analista llamado Henry Blodget predijo que Amazon llegaría a 400 dólares cuando cotizaba a 240. La acción alcanzó ese precio en tres semanas. Blodget se convirtió en una estrella de Wall Street, con un salario de varios millones y apariciones constantes en televisión.
¿Era Blodget un visionario? Los años siguientes demostraron lo contrario.
Amazon cayó a 7 dólares en 2001. Sus predicciones posteriores fueron sistemáticamente erróneas. Lo que parecía brillantez era simplemente un caso de sesgo de supervivencia. En un mundo dónde miles de analistas hacen predicciones, algunos aciertan por pura estadística.
Esta anécdota nos lleva a estudiar el sesgo de autoservicio, uno de los sesgos más peligrosos para los inversores.
¿Cómo entender mejor este sesgo? Fácil.
En el éxito, atribuimos los buenos resultados a nuestra habilidad, ignorando el papel del azar.
En el fracaso, culpamos a factores externos o a la "mala suerte", protegiendo nuestro ego pero impidiendo el aprendizaje.
En los mercados, este sesgo se manifiesta de diferentes maneras:
El day trader que gana dinero durante un mercado alcista se convence de que tiene un don especial.
El gestor de fondos que supera al índice tres años seguidos asume que su método es infalible.
El inversor en criptomonedas que multiplica su dinero por diez cree que comprende el mercado.
La realidad es más humilde.
Mucho más humilde.
En los mercados financieros, el azar domina a corto plazo. Incluso un proceso excelente puede generar pérdidas durante meses o años. Incluso un enfoque terrible puede producir ganancias espectaculares durante las burbujas.
Los inversores profesionales exitosos desarrollan lo que el psicólogo Daniel Kahneman llama inmunidad al resultado. Dicha inmunidad es simplemente la capacidad que uno tiene de separar el proceso del resultado. Celebran cuando sus decisiones son sólidas, independientemente del desenlace. Se preocupan cuando sus procesos son deficientes, aunque los números sean favorables.
Como dice el legendario gestor Howard Marks:
“No puedes controlar los resultados, solo puedes controlar tus decisiones. Y si tomas buenas decisiones consistentemente, los buenos resultados llegarán.”
Expected Value: la brújula del buen proceso
Si tuvieras que elegir entre estas dos apuestas, ¿cuál tomarías?
Apuesta A → 90% de probabilidad de ganar 10€, 10% de perder 50€.
Apuesta B → 60% de probabilidad de ganar 100€, 40% de perder 80€.
La intuición te podría llevar hacia la apuesta A (mayor probabilidad de ganar). Pero los matemáticos, así como los inversores inteligentes, eligen basándose en el valor esperado.
Valor esperado apuesta A: (0,9 × 10€) + (0,1 × -50€) = 9€ - 5€ = 4€
Valor esperado apuesta B: (0,6 × 100€) + (0,4 × -80€) = 60€ - 32€ = 28€
El valor esperado de la apuesta B es siete veces superior, a pesar de tener menor probabilidad de éxito.
Este concepto (ignorado por la mayoría de inversores) es fundamental para entender los mercados. El valor esperado es el objetivo inequívoco de cualquier proceso de inversión: identificar brechas entre el precio de una acción y su valor esperado.
Ejemplo práctico: La inversión en startups
Un inversor de capital riesgo evalúa 100 startups al año. Su análisis histórico revela:
70% fracasan completamente (pérdida del 100%)
20% tienen rendimientos mediocres (retorno del 50%)
9% son exitosas (retorno del 500%)
1% son mega éxitos (retorno del 10.000%)
¿Parece una estrategia terrible?
Calculemos el beneficio esperado por cada euro invertido, suponiendo que hemos invertido 100€:
(0,70 × 0€) + (0,20 × 0,5€) + (0,09 × 5€) + (0,01 × 100€) = 0 + 0,10 + 0,45 + 1 = 1,55€
Un 155% de retorno esperado, a pesar de que el 70% de las inversiones fracasan. Esto explica por qué los mejores VCs no se obsesionan con su tasa de aciertos, sino con encontrar esas pocas oportunidades asimétricas que compensan todas las pérdidas.
El exceso de confianza y el peligro de más información
En los años 70, un grupo de investigadores realizó un estudio con apostadores profesionales de carreras de caballos. Les pidieron hacer predicciones con:
5 datos por caballo → 17% de precisión, 19% de confianza.
10 datos por caballo → 17% de precisión, 24% de confianza.
20 datos por caballo → 17% de precisión, 28% de confianza.
40 datos por caballo → 17% de precisión, 34% de confianza.
La precisión se mantuvo exactamente igual. La confianza casi se duplicó.
Como observan Russo y Schoemaker:
“A menudo creemos que más información proporciona una imagen más clara del futuro y mejora nuestra toma de decisiones. Pero en realidad, la información adicional a menudo sólo confunde el proceso de toma de decisiones.”
¿Y sabéis a que nos lleva todo esto?
A la ilusión del conocimiento en los mercados financieros.
Este sesgo es letal en finanzas. Los inversores equiparan cantidad de información con calidad de decisión, cuando en la gran mayoría de los casos, hay un momento que más datos no es igual a mejores decisiones.
Vamos a poner un ejemplo.
Durante la burbuja puntocom, los analistas de Wall Street construían modelos cada vez más complejos, incorporando docenas de variables para valorar empresas sin beneficios. Cuantos más datos incluían, más seguros estaban de sus proyecciones astronómicas.
¿El resultado?
Un mercado dónde pudimos ver las valoraciones más desconectadas de la realidad en la historia moderna de los mercados.
Y eso nos lleva a… Los peligros del exceso de confianza.
El psicólogo Daniel Kahneman identificó el exceso de confianza como el sesgo cognitivo más costoso para los inversores. Se manifiesta de varias formas:
Sobreestimación de habilidades. Creer que puedes hacer timing al mercado consistentemente.
Subestimación de riesgos. Asumir más volatilidad de la que realmente puedes tolerar.
Ilusión de control. Pensar que puedes predecir variables impredecibles. Sí. Hay gente que cree que puede predecir dónde estará el treasury americano a 10 años en un año. Spoiler, no.
Los estudios de Terrance Odean muestran que los inversores más activos (que son también los más confiados en sus habilidades), obtienen rendimientos sistemáticamente inferiores que los pasivos.
Pero Miquel yo soy diferente…
Venga ya. TODOS estamos sujetos a todo lo comentado en el artículo de hoy. Incluido yo.
Pero, ¿Cómo nos podemos proteger de nosotros mismos? ¿Cuál es nuestro antídoto?
Dos palabras.
Humildad intelectual.
Vivimos rodeados de gente que dice que lo sabe todo.
No hagas lo mismo.
Es igual de importante saber QUÉ sabes, así cómo saber qué NO sabes.
Ray Dalio desarrolló el concepto de radical open-mindedness. ¿Qué significa eso? Pues que en vez de sólo buscar validación en tu tesis de inversión, busca lo contrario. Cuestionate constantemente tus propias conclusiones, busca opiniones contrarias, y actualiza tu pensamiento cuando la evidencia lo contradice.
Es la realidad, cuanto más crees saber, menos dinero ganas.
La humildad no es debilidad, es rentabilidad.
Pero aquí hay gente que prefiere tener la razón a ganar dinero.
Cómo aplicar este marco en la inversión
Pasemos a la acción.
Ya que la teoría es elegante de c*j*n*s, pero venga, dime.
¿Cómo se traduce todo esto en decisiones prácticas de inversión?
Aquí te presento un mini marco sistemático, con cuatro pasos a tener en cuenta, para aplicar el pensamiento probabilístico a tu cartera.
Paso 1: Define escenarios con probabilidades
Para cada decisión de inversión importante, desarrolla 3-5 escenarios específicos con probabilidades asignadas.
Ejemplo: Inversión en acciones tecnológicas en 2024.
Escenario 1 - "Aterrizaje suave" (35%). La FED controla la inflación sin recesión, las tecnológicas se recuperan → +25%
Escenario 2 - "Recesión leve" (30%): Recesión corta, múltiplos se comprimen → -15%
Escenario 3 - "Boom de IA" (20%): La inteligencia artificial supera las expectativas → +60%
Escenario 4 - "Recesión severa" (15%): Crisis profunda, sell-off masivo → -30%
Valor esperado: (0,35 × 0,25) + (0,30 × -0,15) + (0,20 × 0,60) + (0,15 × -0,40) = +10,25%
Utiliza este valor esperado para tomar decisiones de inversión para tu cartera.
Importante que los escenarios así como los probabilidades sean coherentes y realistas.
Paso 2: Gestión del tamaño de posición
No todas las buenas ideas merecen la misma exposición. El tamaño de posición debe reflejar:
Nivel de convicción. Es decir, qué tan probable es tu escenario base.
Asimetría de payoffs. ¿La relación beneficio potencial/pérdida máxima es asimétrica?
Correlación con el resto de la cartera.
Una aplicación conservadora del paso 2, sería nunca invertir más del X% de tu cartera en una sola posición, sin importar qué tan atractiva parezca. Para algunos ese X% es un 5%. Para otros, un 10%. Aquí mandas tú y tu sensación de control.
Paso 3: Evita las trampas cognitivas
Los sesgos. La psicología. El comportamiento del ser humano. Todo ello es de estudio y más aún cuándo hablamos de tomar decisiones en los mercados financieros. Un día hablaremos más en profundidad de ello pero hoy sólo te voy a decir que evites estas tres trampas cognitivas.
Sólo tres.
(Por hoy).
Trampa 1: Sesgo de confirmación
¿El síntoma? Solo buscar información que confirme tu tesis de inversión. Nada más. Entras en Twitter, Substack o en Internet y sólo buscas comentarios positivos de la empresa que quieres comprar. Así… ¡Claro que vas a comprar!
El antídoto → Por cada artículo alcista que leas, busca activamente dos opiniones bajistas. Abre la mente. ¿Por qué este gestor está vendiendo? ¿Por qué su CEO está vendiendo? Si la acción ha caído un 20% en dos semanas es por qué… ¡La gente está vendiendo! Averigua el motivo.
Trampa 2: Anclaje en precios pasados
¿El síntoma? “Esta acción está barata porque antes cotizaba a 100 y ahora está a 50”. Venga ya. Lo he oído centenares de veces. “La he visto a 10 y ahora cotiza a 4”.
¿Quieres saber una cosa?
Al mercado le da absolutamente igual el pasado de una acción y si tu la has visto en no sé qué precio.
En serio, deja de creerte importante. Lo que importa es el aquí y ahora.
Y a ti, como inversor, el futuro. Nada más.
El antídoto → Valora cada inversión desde cero, ignorando precios históricos. El pasado… Pasado está. Con sus expectativas creadas en su momento y sus consecuentes realidades después.
Trampa 3: Aversión a la pérdida
¿El síntoma? Mantener posiciones perdedoras “hasta recuperar” y vender ganadoras demasiado pronto. Haciendo esto te quedo una cartera de “perdedoras” y has acabado vendiendo todas las “ganadoras”. Así no.
El antídoto → Evalúa cada posición por su potencial futuro, no su rendimiento pasado. Olvídate de tus precios de compra. Lo mismo que la trampa anterior… Al mercado le da igual en qué día compraste las acciones y en qué precio las tienes. Piensa en el coste de oportunidad de mantener ciertas inversiones esperando simplemente “recuperar”. Analiza, prioriza y decide.
Paso 4: La disciplina del rebalanceo
Establece triggers específicos para rebalancear. No dudes. No lo dejes al azar. Actúa como un profesional. ¿Cómo? Así:
Trigger temporal → Revisar cada trimestre. Cada semana. Cada mes. O cada año. Decide tú pero revisa tus posiciones cada X tiempo y rebalancea entonces.
Trigger de peso → Rebalancear si alguna posición excede +/- 3% de su peso objetivo. En este caso uno debe estar más pendiente sobre la cartera y de cómo se mueve el mercado, el resto de posiciones y cada posición en concreto. A mayor correlación entre posiciones, menor necesidad de rebalanceo.
Trigger de tesis → Rebalancear inmediatamente si cambian los fundamentales. ¿El management cambia el modelo de negocio inicial y no es lo que buscas? OUT.
Conclusión
Termino con una historia que ilustra perfectamente el poder de evaluar procesos sobre resultados.
En 2018, un gestor de hedge funds llamado Whitney Tilson cerró su fondo después de años de rendimientos mediocres. Sus inversores habían perdido la paciencia con él. Los medios lo ridiculizaron. En su carta de despedida, Tilson escribió algo extraordinario:
“No me arrepiento de mis decisiones. Me arrepiento de mi proceso. Dejé que los resultados a corto plazo nublaran mi juicio. Perseguí ideas que no entendía completamente. Abandoné estrategias sólidas después de rachas perdedoras. Si hubiera mantenido la disciplina de evaluar mis decisiones por la calidad del análisis, no por el resultado inmediato, este fondo seguiría abierto.”
Esta reflexión captura la esencia de toda inversión inteligente: el éxito se mide en la calidad de tus decisiones, no en el resultado de cada apuesta individual.
¿Y cuáles son las métricas que realmente importan entonces?
En lugar de obsesionarte con:
Rendimientos mensuales o anuales.
Porcentaje de operaciones ganadoras.
Comparación con índices en períodos cortos.
Enfócate en:
Consistencia del proceso. ¿Sigues el mismo análisis riguroso para cada decisión?
Gestión del riesgo. ¿Tu principal posición es la empresa más volátil y que menos conoces de tu cartera?
Aprendizaje continuo. ¿Analizas tus errores sin castigarte por los resultados?
Disciplina emocional. ¿Evitas decisiones impulsivas basadas en miedo o codicia?
Los inversores mediocres preguntan: “¿Qué debería comprar?” Los inversores inteligentes preguntan: “¿Cómo debería pensar?”
Los primeros buscan tips y predicciones. Y luego cuándo sucede cualquier cisne negro, se encuentran perdidos. Muy perdidos. Los segundos desarrollan sistemas y procesos.
Los primeros celebran ganancias rápidas y se deprimen con pérdidas temporales. Los segundos evalúan cada decisión independientemente de su resultado.
Los primeros abandonan estrategias después de rachas perdedoras.
Los segundos las refinan y mejoran.
La inversión inteligente no es un destino, es un camino.
No se trata de acertar siempre, sino de tomar decisiones que tengan sentido probabilísticamente. No se trata de evitar pérdidas, sino de asegurar que cuando ocurran, sean el resultado de riesgos calculados, no de procesos deficientes.
No navegues a ciegas. Invierte en el proceso, confía en las probabilidades, y deja que los resultados hablen por sí mismos a largo plazo.
El mercado recompensa la paciencia, la disciplina y la humildad.
Sobre todo, recompensa a quienes entienden que ganar dinero no se trata de predecir el futuro, sino de tomar decisiones inteligentes bajo incertidumbre.
¿Y tú, cómo tomas decisiones para tu portfolio?
Esto es todo por hoy.
Miquel Cantenys, CFA
Financial District


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